Aquí no hay quien viva, Érase una fiesta

Nada sale como estaba previsto en el primer día de una joven pareja en un edificio de clase media de una gran ciudad.

Por fin instalados en su nuevo hogar, Roberto y Lucía se disponen a reformar su piso.

Cuando Juan dimite de su cargo de presidente de la comunidad, Lucía toma el relevo.

Los vecinos de la comunidad se escandalizan ante la rumorología de que Alicia y Belén son trabajadoras del sexo.

Alguien abandona a un bebé en el edificio de la comunidad; Roberto se hace amigo de José Miguel.

Cuando Mauri se cae y se rompe una pierna en las escaleras del edificio, el seguro se convierte en una pesadilla.

Emilio y Juan descubren una rata en el edificio y pasan toda la noche despiertos para capturarla.

Roberto vuelve a casa para hacer las paces, pero encuentra al exnovio de Lucía en casa.

Marisa y Vicenta cuentan la historia de un conserje que perdió la cabeza y prendió fuego a su casa.

Una inspección técnica del edificio obliga a realizar obras por valor de 24 millones de pesetas.

Cuando el negocio del videoclub se traspasa, Paloma está decidida a montar una boutique en el local.

Mauri le da un ultimátum a su novio; Juan busca un sustituto que se encargue de la portería.

Lucía planea organizar una fiesta para sus amigos más íntimos y algunos de sus vecinos.

La caldera del edificio se estropea y deja a todos los vecinos sin calefacción ni agua caliente.

Juan Cuesta organiza un intercambio de regalos entre los vecinos para mejorar las relaciones de la comunidad.

Cada familia celebra la Nochebuena a su manera, pero nada sale como estaba previsto.

Los vecinos se preparan para dar la bienvenida al nuevo año, pero algunos no han conseguido uvas para las campanadas.